Clase
de siete.
Con la mente congestionada y
mi ser lleno de problemas, me disponía a coger el Trasmilenio. Ese trasporte público que para unos es la salvación del tráfico
en la ciudad y para otros es un demonio rojo, grande y malévolo de nuestra metrópoli Bogotá.
Sonaron los chillidos de la
puerta. Estaba en la parte de atrás de la fila. Pero que importaba, igual
estaba listo para competir por una silla que me permitiera estar dentro de los
48 afortunados que podían disfrutar su
viaje sin incomodidades.
Le estaba ganando la carrera
a más de un ejecutivo, no eran lo
bastante rápidos ya que por sus vestimentas no podían escabullirse dentro de la
gente con mayor facilidad. Logre entrar por la puerta, me sentí como un atleta de
maratón cruzando la línea de meta, pero lastimosamente no fui el primero, ni el
segundo y mucho menos el décimo.
Llegue a un tumulto que se juntó en la mitad, esa mitad que parece el
fole de un acordeón y aglomera olores infernales y desagradables que en algunas
ocasiones hacen trasbocar hasta al sujeto más vigoroso.
Me sentía ahogado, mareado, sin fuerzas. Sentía el vómito recorrer mi
garganta. Mis ojos y mi nariz buscaban con desesperación una ventana que me
permitiera oler el aire puro, bueno no tan puro, solo necesitaba quitarme estas
naucias que tenía.
Varias veces logre inhalar y
exhalar fuertemente, creo que le incomodo
a la persona que tenía a menos de 15 centímetros
de distancia, pero me importo un culo solo
necesitaba volver de un estado pálido zombiie a un color rosado cerdo.
El tiempo iba
transcurriendo, 26 kilómetros por hora y dos estaciones para llegar. Ya me sentía un
poco mejor, creo que el olor de la menta que comía una señora me logro quitar el
dolor de cabeza que tenía.
Miraba los rostros de los
pasajeros, unos se notaban bastante incomodos, otros tristes, otros agotados cabeceaban
del sueño y una pareja de enamorados que
exhibían su amor frente a más de 130 personas. Quite la mirada por un momento
me concentre cien por ciento en la
pantalla donde pasaban la actualidad noticiosa del mundo. Me entere que el técnico
Jose Mohurino es el entrenador de futbol que gana más dinero en el mundo, que
Felipe Pardo ira al Braga y que la mejor
película latinoamericana es amores perros, datos importantes pero no relevantes
en mi vida.
Una voz robótica indicaba
que la próxima estación era la calle 76. Era mi estación, ahí debía bajarme. Me
alistaba como en el principio, tenía que ser sagas para esquivar todos esos obstáculos
que se bajaban en estaciones posteriores. Como en una película de suspenso me iba
acercando a la puerta sin saber esta como reaccionaria. Logre pasar, la puerta casi coge mi cabello y
mi maleta.
Me sentí libre, logre
respirar con facilidad, el sudor de mi frente se fue secando con el viento de
la mañana, mis ojos fueron viendo con nitidez la luz del día, me sentía un
hombre digno ya que pude salir de ese camión de carga que al parecer llevaba animales
al matadero empresarial, pero a la misma vez pensé. Mañana tengo clase de 7.
muy buen blog y mas que contar algo cotidiano, hace ver el gran problema que hay en el trasporte urbano de bogota. por otra parte también la inconformidad y la molestia de la gente mas los grandes inconvenientes para llegar a nuestro destino.
ResponderEliminarSi Andres la idea es esa. Es contar algo cotidiano y la experiencia del día de hoy al subirme al trasmi.
ResponderEliminarMuy bueno...lo de la cogida del "cabello" un poco metro para mi gusto, pero va cogiedo estilo, bien chino
ResponderEliminarMuchas de las frases que se encuentran en el texto reflejan quién eres, Me atrapó tu narración. Bien.
ResponderEliminarFabio Arturo el huevo en exceso al desayuno no es lo mejor para la salud y menos cuando se expone a la aglomeración de gente... se está tomando el camino con una buena historia hay cositas todavía pero me gusto.
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